Your browser doesn’t support HTML5 audio

En la última década, el coleccionismo musical ha alcanzado nuevas alturas, transformándose en un fenómeno que no solo fascina a fanáticos y coleccionistas, sino que también revela un submundo de controversias y fraudes. La venta de memorabilia musical ha superado los límites de lo imaginable, alcanzando cifras astronómicas que desafían la lógica. La demanda por objetos históricos relacionados con íconos del rock y el pop ha generado una burbuja de precios, marcada por la venta de guitarras y prendas que alguna vez pertenecieron a leyendas de la música.

El 15 de mayo de 2019, un operativo de la policía en Franklin Lakes, Nueva Jersey, destapó una historia que ejemplifica la intensidad de este mercado. Los agentes requisaron una casa, llevándose consigo una serie de documentos que incluían las letras manuscritas de “Hotel California” de los Eagles. Este material, considerado privado y personal por Don Henley, miembro de la banda, no solo representaba un valioso tesoro musical, sino también el epicentro de una saga legal que involucraba robos, fraudes y luchas judiciales.

La fiebre del coleccionismo no es nueva, pero su magnitud ha cambiado drásticamente. Desde la primera subasta significativa en 1970, donde una camiseta de The Who alcanzó los 25 dólares, el valor de la memorabilia musical ha escalado a cifras inimaginables. En la actualidad, no es raro ver guitarras y objetos relacionados con artistas como Kurt Cobain o John Lennon vendidos por millones de dólares. La guitarra que Cobain usó en el MTV Unplugged se vendió por 6 millones de dólares, mientras que la de Lennon en “Help!” alcanzó los 2.85 millones.

La historia de las letras de “Hotel California” revela los oscuros rincones de este mercado. Los manuscritos robados a Sanders, un autor y coleccionista, fueron vendidos y revendidos en una trama que involucró a personajes de dudosa reputación. Los tres acusados en el caso, Ed Kosinski, Craig Inciardi y Glenn Horowitz, enfrentaron cargos de conspiración y posesión de bienes robados. A pesar de sus alegaciones de inocencia, el caso puso de manifiesto las dificultades de autenticar y rastrear la procedencia de los artículos en el mundo del coleccionismo.

El escándalo no solo ilustra la volatilidad del mercado, sino también el impacto de la pandemia en los precios. El confinamiento llevó a muchos a invertir en memorabilia, inflando aún más el valor de estos objetos. Los coleccionistas, impulsados por una mezcla de nostalgia y status, han llevado los precios a niveles absurdos, donde una simple prenda o un instrumento pueden convertirse en un símbolo de estatus y riqueza.

Sin embargo, la fiebre del coleccionismo también ha generado una creciente preocupación sobre la autenticidad y la ética en la compra y venta de memorabilia. Los falsificadores se han vuelto más sofisticados, y la demanda ha creado un mercado donde la veracidad de los artículos es a menudo cuestionada. El caso de las letras de los Eagles es solo uno de muchos ejemplos de cómo el mundo del coleccionismo puede cruzar la delgada línea entre el valor histórico y el fraude.

Mientras tanto, el mercado continúa girando, impulsado por una nueva generación de coleccionistas dispuestos a pagar precios exorbitantes por cualquier fragmento de la historia musical que puedan obtener. En un showroom de Manhattan, se exhiben guitarras de Prince y otros objetos valiosos, que prometen seguir alimentando la fiebre del coleccionismo, a la vez que mantienen viva la llama de un mercado que, para bien o para mal, sigue fascinando al mundo entero.